A pesar de los muchos ritmos por los que podamos transitar, nuestro tempo es uno: genuino, natural y único.
A veces, tu tempo y el mío se acompasan. A veces, vamos a destiempo. Pero si nos detenemos un momento y, escuchamos, podremos oír el ritmo que nos reclama nuestra propia naturaleza.
Bailar fue lo que dio sentido a mis días durante muchos años. De la danza aprendí muchas cosas: a sentir el movimiento, a expresar sin palabras, a percibir como algunos límites se desdibujan cuando subes a un escenario y pareces más grande de lo que eres, a repetir incansablemente un gesto hasta que era mío, y a distinguir a las personas que vivían y se relacionaban con sentido del ritmo y, las que no.
Estoy convencida de que todos tenemos la capacidad de vivir a tempo, a nuestro propio tempo; sólo tenemos que descubrir cuál es.
Cuando eso sucede, no sólo podemos movernos de una forma más armónica y saludable, también podemos relacionarnos con más acierto.
Cuando reconozco mi propio ritmo, puedo ser consciente de cuando soy fiel a él y cuando no ¿Me estoy acelerando? ¿Me estoy relajando? ¿Estoy fuera de compás? Y puedo también, reconocer el tuyo: mi compañero, mi amigo, mi hijo. Si conozco el mío y reconozco el tuyo, será más fácil que bailemos juntos. Porque cualquier conversación, cualquier encuentro es, al fin y al cabo, una danza de dos. Podemos darnos pisotones, o podemos sincronizarnos con facilidad.
¿Cómo lo hacemos entonces para encontrar ese tempo nuestro, genuino y natural?
Hace unos años, cuando trataba de explicar esto mismo en un taller de Oratoria, inventé un ejercicio sencillo:
Voy a suponer que a la mayoría nos gusta la música. Tenemos nuestra colección de canciones favoritas y nos resulta fácil acceder a ellas. Ahora sólo nos queda escoger tres:
- La primera: La canción que escucharías para ponerte en movimiento. La que suena en tu coche cuando vas a trabajar. La que te activa, te despierta e incluso te acelera. Esta será tu canción de ACTIVACIÓN.
- La segunda: La canción que escucharías para relajarte. La que quieres escuchar cuando has terminado de hacer todo lo que tenías que hacer, la que logra que te detengas y respires. La que de verdad baja tu ritmo al final del día. Esta será tu canción de RELAJACIÓN.
- La tercera: Esta es la más especial. Esta canción suena como tú. Cuando la escuchas, ni te aceleras, ni te relajas. Podrías escucharla durante horas sin cansarte y, siguiendo ese ritmo, no tienes que hacer ningún esfuerzo. Es como volver a casa. Cuando la encuentres, grábala en tu memoria, porque es tu RITMO BASE. Es tu ritmo NATURAL.
Si logramos reconocer esta tercera canción, tendremos la puerta de acceso a nuestro punto de partida y nuestro punto de regreso. Después de acelerarnos, sabremos dónde volver. Es una forma sencilla de no forzarnos en exceso.
Mi canción para ir a tempo lleva muchos años siendo la misma: My last affair de Ella Fitzgerald.
¿Cuál es la tuya?
“No frenes, no empujes.”Stanislavski